TODO PARECE IMPOSIBLE HASTA QUE SE HACE. (Nelson Mandela)

domingo, 24 de noviembre de 2013

Todo lo que se pierde está debajo del sillon


Llevaba días buscando aquella funda del móvil. Estaba segura que se encontraba en algún lugar de la casa porque recordaba haberla visto allí antes de empezar a echarla de menos. No era por cariño ni por el valor que la funda tenía en sí misma, sino por la funcionalidad del objeto y porque la había comprado hacía poco tiempo. Revolvió bolsos, bolsillos de abrigos, rincones y cajones, pero no aparecía.
Fue su sobrina quién le dio la pista definitiva: “Busca debajo del sofá. En casa, todo lo que se nos pierde, mamá lo encuentra debajo del sofá”. Sonrió al pensar el tipo de objetos a los que se refería la niña: piezas de Lego, vestidos de muñeca, bloques de construcción, tazas de juegos de té y algún tomate de plástico, pelotas y fichas de juegos que quedaban incompletos casi al día siguiente de haberlos estrenado.
El comentario que en un principio le hizo sonreír quedó olvidado hasta esa mañana de sábado en que tocaba el zafarrancho habitual de los fines de semana.  Al sacar la aspiradora para pasarla por la alfombra del salón recordó las palabras de su sobrina y pensó: “por probar no pierdo nada… igual hasta ha sido ella quien la ha escondido allí”.
Se agachó para mirar por la delgada rendija que quedaba entre el fondo del sofá y el suelo. Se veía poco, apenas nada, por lo que tuvo que tumbarse casi por completo para adoptar una posición que le permitiera mayor perspectiva. Entonces sí vislumbró algunos bultos, pequeñas formas insinuadas de objetos que llevaban allí quién sabe cuánto tiempo.
“Debería limpiar más a menudo aquí debajo, pero es que no entra bien el tubo de la aspiradora”- murmuró,  a modo de disculpa innecesaria, puesto que era su casa, y vivía sola desde hacía algunos años.
Y como no entraba bien el tubo de la aspiradora y no reconocía alguno de esos objetos, decidió meter la mano con cuidado y no sin cierto reparo, casi asco, para ir sacando los que estaban más cerca del borde.
No faltaron algunos fragmentos de pan que habrían caído de algún sándwich que sirvió de cena rápida tras un largo día de trabajo; un dedal que había dado por perdido hacía tiempo, junto a un botón que quiso coser deprisa a una blusa aquella mañana que no sabía que ponerse para ir a trabajar; e incluso una pila, que se escurrió de sus manos torpes por el sueño al cambiarlas una noche del mando a distancia de la televisión, y que dejó para recogerla “más tarde”, un más tarde que llegaba ahora.
Fue colocando esas cosas en la mesa no sin cierta culpabilidad por ser tan descuidada con el orden y la limpieza. Tenerlos delante le hizo plantearse el firme propósito de incluir los bajos de los sillones entre las tareas rutinarias de los sábados por la mañana, igual que cambiaba las sábanas, ponía la lavadora o regaba las plantas.
Un instante después de ese apunte a la lista de obligaciones, volvió a tumbarse en el suelo, extendiendo más el brazo para llegar más adentro y seguir rescatando lo que ya había calificado como pequeñas miserias.
Sus dedos sintieron algo rugoso que se escurría y que apenas llegaba a rozarlo. Por mucho que se estiraba no lograba acercarlo para cogerlo. Pensó en mover el sofá, pero era demasiado pesado para ella sola. Quizá metiendo algo que le sirviera para arrastrarlo hacia sí… Pero era  cada vez más difícil. En lugar de aproximarlo con cada roce sólo lograba que se desplazara hacia la pared.
Intentó hacer memoria de qué podría ser.  Ni por la forma ni por la textura imaginaba qué podría esconder aquel envoltorio escurridizo. Algo así, tan extraño, tendría que saber qué era. Cuándo lo había perdido y cómo habría podido llegar hasta allí. Por lo menos tendría que haberlo echado de menos, saber que lo había perdido,  como le había pasado con la dichosa funda que era origen de la situación extraña en la que se encontraba.
Imposible. No conseguía relacionar aquello con nada que recordara. No se le ocurría qué podría contener aquella especie de papel arrugado que bien podía ser el envoltorio de algún paquete antiguo, o bien podía contener algo dentro.
Desde luego, tendría que llevar allí varios años. El sofá lo compró al poco tiempo de mudarse a esa casa, y solo lo había movido en una ocasión para instalar la alfombra que desde hacía tiempo cubría las baldosas del suelo. Había celebrado alguna reunión familiar o con amigos y el sofá no se había movido de sitio. Sólo todo ese tiempo pasado podía explicar que no supiera darse una respuesta a qué podría ser o contener, que no imaginara cuándo ni de qué modo había ido a parar allí. NI siguiera recordaba haberlo visto nunca.
La curiosidad, y el propósito de acabar por primera vez la nueva tarea de los sábados, fueron tan grandes como para  plantearse hacer acopio de fuerza y tratar de desplazar unos centímetros el mueble de la pared. Conseguido eso hizo palanca con su propio cuerpo y lo movió lo suficiente para que pudiera alcanzarlo por la parte de atrás. Le puso tanto empeño que el impulso que dio al sillón fue mayor de lo que esperaba, de tal forma que dejó al descubierto un pedazo de papel marrón, arrugado, oscurecido por el paso del tiempo y con polvo acumulado en sus pliegues.
Se agachó con cuidado y con miedo. De pronto temió lo que podría contener. Recordó que años atrás, cuando se instaló en aquella casa, tenía bastantes años y arrugas menos, y muchos planes. Tenía la alegría de quien quiere comerse el mundo cada mañana y la ilusión de compartir esa alegría con los demás.
Le temblaron las manos al recoger el papel. Un papel de los que se utilizan para envolver paquetes de regalo, pero también de los que se usan para embalar las cosas frágiles. Lo abrió con cuidado porque ya intuía lo que iba a encontrar allí.
Con una caligrafía que reconoció inmediatamente y que ya no era la suya, sólo había escritas tres palabras: PERSIGUE TUS SUEÑOS
Su sobrina tenía razón. Debajo del sillón se esconde todo lo que se pierde.
 

viernes, 22 de noviembre de 2013

El principio... Un principio


 
 
Nunca me he planteado hacer muchas cosas, y un día de repente me descubro haciéndolas.
Nunca me he planteado tener un diario. Nunca me he planteado escribir. Nunca me he planteado publicar qué pienso, qué hago, o qué me pasa.
Y aquí estoy abriendo un blog que no sé si usaré como diario... y que ni siquiera sé si usaré a diario.
Y aquí estoy escribiendo
Y aquí estoy escribiendo y probablemente publicando qué pienso, qué hago y qué me pasa.
No sé si ahora escribo la primera y última entrada de un blog que sería uno de los más efímeros de la historia digital.
No sé si ésta será la primera y dubitativa reflexión de muchas que vendrán, no sé si a diario, no sé si sobre lo que pienso, o hago o me pasa.
Puede que se convierta en un hábito, una costumbre o un vicio muy largo
Quizá estoy movida por la euforia de mis primeros escarceos con la escritura.
O quizá me muevo solamente por el placer de hacer algo solo porque si...
Ya lo veremos.
 

 
 

Otoño en ruta.
En algún lugar de La Rioja Alavesa.
10/11/2013