TODO PARECE IMPOSIBLE HASTA QUE SE HACE. (Nelson Mandela)

jueves, 6 de febrero de 2014

Una música para una historia

No soy una persona religiosa. No he leído la Biblia, más allá de unos cuantos pasajes en el colegio, ya olvidados.
No soy una persona entendida en música clásica. No soy capaz de identificar más de una decena de fragmentos de obras conocidísimas y difícilmente acertaría a atribuirlas correctamente a su compositor.
Pero a pesar de estas dos facetas en las que soy una perfecta ignorante, el hecho de escuchar de forma casual el aria de Sansón y Dalila en un programa de radio, y el hecho de sentir que se me ponía el vello de punta y que me emocionaba de forma inexplicable, me hizo interesarme, a la vez, por la Biblia y por la música “culta”.
Dejé lo que estaba haciendo para levantarme y buscar en la estantería un viejo ejemplar de la Biblia que aún sobrevive de mi época escolar. Se trata de una edición, muy deteriorada,  de la Biblioteca de Autores Cristianos. De aquella que todos los nacidos en los últimos estertores del antiguo régimen teníamos junto al Catecismo para la clase de religión. Tiene las tapas de tela, granates, y mantiene desde entonces un forro de plástico,  mi nombre en la primera hoja, finísima, escrito a bolígrafo con mi letra infantil, y varios cuadernillos descosidos aunque pegados torpemente con cinta adhesiva.
Una vez en mi mano, me costó trabajo encontrar la historia que buscaba. Confieso que tuve que mirar en Internet en cuál de los libros que forman la Biblia podía encontrar la historia de Sansón: Jueces 13-17. Marqué el pasaje con la cinta que el libro aún no ha perdido.
Leí con rapidez los capítulos en los que se explica el nacimiento de Sansón, su carácter irascible y caprichoso, y su fuerza sobrehumana. Me sorprendí al ver que alguien que contaba entre sus hazañas varios miles de víctimas, había confiado el secreto de su fuerza con bastante facilidad a una mujer de dudosa moral y extraordinaria capacidad de persuasión. La belleza se le supone ya que no se dice nada del aspecto de Dalila.
Sansón y Dalila.
Pedro Pablo Rubens. 1609-1610
National Gallery de Londres
El final de Sansón era para mí a medias conocido: traicionado por Dalila, pierde su cabellera y con ella su fuerza, y al vengarse de los que le apresaron y le sacaron los ojos, él mismo encuentra la muerte.
Ahora se trataba de buscar en You Tube la música que me había conmovido tanto. No sabía el autor ni sabía el título del pasaje, así que los términos de búsqueda no podían ser más generales: “aria ópera Sansón y Dalila”. Se obró la magia y un menú de opciones se abrió en mi pantalla. Elegí la que consideré debía ser la mejor interpretación puesto que tenía la garantía de ser “la más grande”: María Callas. Y pinché para escuchar.
Continuando la búsqueda, ahora en Google, descubrí que era una obra del totalmente desconocido para mi Camille Saint-Saëns, nacido en París en 1835 y muerto en Argel en 1921. Al parecer un niño prodigio para el piano, que tuvo la fortuna de ser admirado por Liszt, lo que le ayudó a estrenar su obra más conocida en Weimar en 1877.
Según iba escuchando se iba produciendo en mí una extraña reacción. El pasaje que acababa de leer, a pesar del enrevesado lenguaje, era frío, duro, una exaltación de la venganza y el engaño. Pero lo que escuchaba correspondía a una historia de amor puro. Eran las palabras de una mujer deseosa de estar con su amado y recibir de él su infinita ternura. La melodía dulce acompaña palabras tiernas y evocadoras.
Sentí una especie de decepción al ver que la historia que inspiró la música que me había emocionado cuando la escuché de forma casual en la radio, era en realidad algo que no acababa de gustarme. Cuando empecé a buscar en la Biblia esperaba encontrar una historia bella, llena de ese amor que transmitía la música, porque pensaba que una música tan bella tenía que estar inspirada en una historia bella.
No podía ser que la Dalila bíblica, esa que por una recompensa de “mil siclos de plata” seduce a Sansón y le traiciona, sea la misma que en la ópera le dice:

“Mon cœur s'ouvre à ta voix,
comme s'ouvrent les fleurs
aux baisers de l'aurore!”

Pero la Biblia es la Biblia y los artistas son los artistas.
Decidí dejar de nuevo la Biblia escolar en el sitio de la estantería donde tantos años llevaba descansando, y volver a escuchar el fragmento de una ópera que no sé si alguna vez escucharé entera.
Y decidí también quedarme con la Dalila que me había conmovido. La Dalila que es capaz de decir:

 “Mi corazón se abre a tu voz
como se abren las flores
a los besos de la aurora”

 

4 comentarios:

  1. Increíble la forma que has tenido de hacer que tengamos la necesidad de leernos el relato y terminar, para así seguir en él, escuchando el pasaje, que ciertamente es maravilloso.
    Cómo has envuelto una historia que leída en la Bíblia puede resultar sórdida, con una música que te llena de sensibilidad transformándola en una historia de amor.
    Si hubiera que ponerle un "pero" ..., sólo podría decirte que me habría gustado que fuera más extenso. Vamos...!! Que me he quedado con ganas de más.

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  2. Me alegra que te guste. La música siempre es capaz de evocar tantas cosas...
    Gracias por tus comentarios, me animan a continuar.

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  3. Muchas gracias, Tomás. Y muchos besos

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