TODO PARECE IMPOSIBLE HASTA QUE SE HACE. (Nelson Mandela)

domingo, 6 de julio de 2014

Ataque en domingo

No sé qué edad hay que tener para que sea legítimo sucumbir a un ataque de nostalgia.
No sé cuándo puede quedar justificado que por ver unas fotos, o leer unas frases o escuchar una música sientas como si tu cuerpo fuera de algodón por dentro.
Seguramente no son las fotos, o las palabras o la música lo que provoquen esa sensación tan difícil de definir entre dolor y goce, entre alegría y tristeza, compuesta de emociones y recuerdos que asalta sin avisar y que invade una tarde de domingo.
Seguramente antes hay elementos que se despliegan para preparar la ofensiva.
Seguramente se debe más a una tarde tediosa después de un fin de semana más prometedor el viernes que realidad tangible el domingo; o al cansancio por el largo año de trabajo que va llegando a las ansiadas vacaciones; o a la caprichosa masa de bajas presiones que nos tiene a todos locos con tormentas y vendavales...
Seguramente el ataque ha ido avisando pero hemos hecho caso omiso a sus señales, y cuando estalla el detonante lo hace a traición.
Lo hace mientras planchas escuchando una radio para cuarentones propicios a la evocación. Lo hace con música que te coloca en épocas pasadas, en otros domingos de otros veranos, imprecisos.. unos mejores que otros... pero otros...
Se suceden las canciones que inundan el alma de recuerdos, primeras ráfagas de munición que preparan el terreno para la explosión definitiva.
En el caso de hoy, tarde de domingo de principios de verano, casi en puertas de vacaciones, cuando se está levantando otra vez el viento que precede a la enésima tormenta de esta semana, mientras plancho la ropa escuchando M80, Alan Parsons Project estalla en mi salón.
Eye in the sky.
No recuerdo nada concreto relacionado con esta canción. No marcó un amor nuevo, ni un desengaño, ni un verano apasionante, ni un viaje especial...
Es una canción, como muchas otras, que estuvo en mi vida hace mucho... y esa sensación de que ha pasado mucho tiempo de muchas cosas, esa nostalgia casi absurda ha campado a sus anchas esta tarde por mi salón.
Y lo mejor es dejarla ganar la batalla, sucumbir, recordar cosas lejanas... y también dejarla pasar.
La nostalgia no tiene por qué ser dolorosa, es también dulce, agradable... por eso debe ser que sientes como que tienes el cuerpo lleno de algodón.